lunes, 22 de julio de 2013

CARLOS CHERRY: “ME QUEDO EN FRANCIA PORQUE EN ESPAÑA SOLO HAY MISERIA”.


Cruzó los Pirineos por las dificultades económicas del baloncesto por estos lares y en la Bretaña francesa ha disfrutado y cumplido. Seguirá jugando en la tercera categoría gala.

Tiene un pico de oro y una lengua afilada, mucho más de perro ladrador que de mordedor. Superada la treintena (33), Carlos Cherry probó suerte en la tercera categoría de Francia y al base le ha ido de miedo; del Quimper, donde ha rendido a gran nivel, pasa al Angers, donde jugará un par de campañas. Habla de los nulos derechos de los trabajadores en España respecto al país vecino y de sus recuerdos como jugador del Caja, su equipo desde crío. 

-Hizo el petate y se marchó de España a Francia. ¿Por qué? 

-Me fui por la situación que había aquí, estaba la cosa como para poner una tienda de chinos. Se acababa el verano, las ofertas eran una puta mierda y me apetecía seguir jugando. 

-Ha fichado dos años por el Angers. ¿Y por qué se queda? 

-Me lo he pasado bien, pagan al día, mi familia está a gusto y en España nada más que hay miseria... ¿Para qué voy a volver? 

-Allí ha cobrado al día pero tampoco unas cantidades elevadas. 

-No son brutales para lo que ganábamos antes, pero casi para lo que hay ahora. No tiene sentido jugar en España cuando hay equipos que no pagan cinco o seis meses y te encuentras con cheques sin cobrar. Juego al baloncesto para divertirme y mantener a mi familia. Si no puedo cumplir una de las dos, no tiene sentido seguir aquí. 


-¿Cree que la diferencia entre el baloncesto francés y el español va en consonancia con la situación de los dos países? 

-Claro. Ellos hacen cosas lógicas. Respetan al trabajador y las normas, y en España se puede pisotear al empleado, el club puede deber dinero, como pasa en la ACB. En Francia es impensable que el día uno de cada mes no cobres tu nómina. Aquí hay mucha gente así. Allí no cobras y se para el mundo, la liga entera. Hay un sentimiento de unidad y normas incomprensibles para un trabajador español; si a un club se le ocurre saltárselas, automáticamente la liga se para. Te sientes respaldado. No se da la situación de que te engañen o no te paguen. La base sobre la que cimentamos nuestro entendimiento y comprensión de las relaciones laborales allí no es igual. Tu contrato es como el de un arquitecto, se basa en las mismas reglas, no hay impagos y es más complicado despedirte. Hay seguridad. 

-Habla mucho de las ventajas sociales en Francia. Dé ejemplos. 

-El primero que me sorprendió: un día trabajado, un día de paro. En España es impensable. Tengo niños en el colegio y aquí los padres tienen que asociarse para comprar el papel higiénico y, en cambio, mi niña va gratis, los libros son gratis, desayuna gratis, el transporte es gratis... Hay muchas cosas que no son comparables. Y recursos para extranjeros. Vinieron dos amigos españoles, fueron a Asuntos Sociales, les dieron una ayuda considerable y una casa mientras se forman aprendiendo el idioma y encuentran trabajo. Pagas muchos impuestos, pero sabes que el Estado está detrás, mientras que en España muchas veces no lo encuentras, desgraciadamente.

-¿Ser español es un problema? 

-Los franceses son buenos. Tenemos una visión equivocada de ellos, yo el primero, seguramente porque vamos a París una semana de vacaciones, preguntas a alguien en el Metro y te contesta mal porque va con prisa para el trabajo... Cuando llevas un año viviendo, te tratan como a uno más, te ayudan en lo que necesites. La profesora del colegio de mi hija, cuando no hablábamos aún francés, se buscaba la vida para traducirnos las cosas al inglés, íbamos al médico y hacía un esfuerzo o traía a una persona para entendernos. Es gente apañada. 

-¿Qué tal le ha ido en el Quimper, un club pequeñito? 

-Es un club bastante histórico. Ha estado muchos años en Pro A y Pro B, lo que sería la ACB y la LEB Oro, pero antes de que yo llegara había bajado a la tercera categoría. Es pequeño, pero te das cuenta de qué es la eficiencia, de que no hacen falta 25 personas para trabajar. En el pabellón no hay una persona física, para qué gastarte el dinero en eso. El recinto se abre con una llave magnética y tengo mi tarjeta para entrar cuando use las instalaciones. No hacen falta tres tíos sentados en una garita. El Quimper es modesto comparado con la ACB y con cuatro personas funciona cuando aquí necesitas 25, pero a mí no me faltaba mi casa, mi coche, mi teléfono, mi billete de avión... 

-¿Y el Angers, también de la tercera categoría, es igual? 

-Sí, y allí hay una persona dedicada a las necesidades de los jugadores. Aún no he ido y me ha buscado casa, ha matriculado a la niña en el colegio, ha puesto internet en mi domicilio, me ha dicho el tipo de coche que me van a dar, las posibilidades de guardería para mi otra niña en el pueblecito en el que vamos a vivir a las afueras... Te lo facilitan todo. 

-Hay españoles que le han preguntado para irse allí también... 

-Sí, muchos se quieren ir. Nacho Ordín o yo mismo, sin jugar en la primera categoría, tenemos los mismos salarios que la clase media de la ACB. La gente está viendo las carencias aquí e igual que emigra la población normal por trabajo, también los deportistas. La situación en España es catastrófica. Navarro y Rudy no tienen problemas, pero los que pagan el pato, como siempre, son la clase media. 

-¿Y ve factible el éxodo? 

-La mentalidad del español tampoco es abierta para salir fuera y luchar por tu puesto de trabajo, como hace un serbio o un croata cuando viene a la ACB. Somos cortitos en iniciativa, va en nuestro carácter. No veo tan fácil la exportación de españoles como un producto vendible en el mercado mundial. Los hay con carácter y personalidad, pero la media nunca se ha visto con la necesidad de salir. Hay que entender que allí vas como extranjero, no estás para dar tabaco o para ser un complemento, sino para marcar la diferencia. Si no lo haces, al primero que critican es a ti. Si me he acostumbrado yo, puede hacerlo cualquiera. 

-Con 33 años y dos temporadas firmadas, ¿qué plantes tiene para cuando se retire? 

-(Ríe) Con mi mentalidad andaluza, mi idea será trabajar poco y ganar mucho, pero cuando viajas te das cuenta de que ese plan es erróneo. Estoy acabando la carrera, una especie de Empresariales en una universidad inglesa; he vivido en Bulgaria, en Francia, en España, y hablo tres idiomas, espero encontrar algo cuando lo deje. 

-¿La opinión general de los franceses sobre España es tan mala como se piensa? 

-Sí y no. En parte, nos ven casi como marroquíes, siempre pidiendo y con problemas. Y no es raro encontrarte con alguien al que se la colara un español, que le diera gato por liebre. Y eso que yo vivía en la esquinita opuesta. Siempre hay el listo que vende jamones o aceite y trata de meter un gol. Pero a su vez tienen el concepto de que somos currantes y que sacamos los problemas adelante. Tienen esa dualidad del español. 

-¿Su salida del Cajasol está olvidada o le queda resquemor? 

-Que me echaran entonces, seguramente, me dio la oportunidad de tener familia y vivir juntos, la posibilidad de hablar tres idiomas, de conocer mundo... Eso tampoco tiene precio. Lo único que me molesta es que hay gente que jamás ha hablado conmigo y cuenta cosas escuchando sólo el 50% de las versiones. Cuando pasa algo, escucho a las dos partes. Pero no me preocupa aquello. No hay problema. Esto es un negocio, me echas, me pagas, te doy la mano y hasta luego, como a cualquier trabajador. Sólo reprocho que me querían largar sin pagar. A finales de noviembre lo hicieron y ya no hay nada que decir. 

-¿Se arrepiente de echarle en cara a Manel Comas su trabajo? 

-No me arrepiento porque si mi equipo estaba a punto de descender, éramos penúltimos, es que algo fallaba y alguien tenía que decirlo. Si nadie tenía huevos, yo no puedo vivir mirando para otro lado. No soy funcionario, me pagan por ganar partidos y si no lo hacíamos casi nunca... A raíz de eso ganamos algunos, puede que por suerte o que todos diéramos un poco más. Lo único importante es que el club no descendió. Jugando en mi equipo, donde crecí desde los 14 años, no descendimos nunca. Otros quizás no pueden decir eso en otros clubes o llegará un momento, Dios no lo quiera, que el Caja descienda, como está a punto de ocurrir últimamente. Sacamos adelante situaciones límite. 

-Menos mal que dice que está más tranquilo últimamente... 

-Y lo estoy porque relativizo un poco los problemas. Pero en Francia, si tengo que decir algo a alguien que no me parece bien, se lo digo. Hay dos formas de pasar por la vida: mirando para otro lado y que se agranden los problemas o hablarlos. Ni una es la buena, ni la otra la mala. Eso va con el carácter. Hay gente que me dice que he llegado hasta aquí por mi personalidad, que con otra me habría quedado por el camino. Ser deportista profesional es un trayecto de selección natural. Todos llevamos un paquete con nosotros con cosas buenas y malas. Hay gente a la que le gusta cómo soy; a los que no les gusto, lo entiendo, pero nací así. 

-¿Y si ha sido perjudicial? 

-Puede ser. Pero me lo he pasado de puta madre. No soy un privilegiado por lo que he ganado, aunque en los años buenos en España había dinero, pero habrá pocos con 33 años que han vivido donde yo lo he hecho y se lo hayan pasado como yo. Lo que más me llena es la gente con la que me crucé.


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