Cruzó los Pirineos
por las dificultades económicas del baloncesto por estos lares y en la Bretaña
francesa ha disfrutado y cumplido. Seguirá jugando en la tercera categoría gala.
Tiene un pico de oro y una lengua afilada, mucho más de
perro ladrador que de mordedor. Superada la treintena (33), Carlos Cherry probó
suerte en la tercera categoría de Francia y al base le ha ido de miedo; del
Quimper, donde ha rendido a gran nivel, pasa al Angers, donde jugará un par de
campañas. Habla de los nulos derechos de los trabajadores en España respecto al
país vecino y de sus recuerdos como jugador del Caja, su equipo desde crío.
-Hizo el petate y se marchó de España a
Francia. ¿Por qué?
-Me fui por la situación que había aquí, estaba la cosa como para poner una
tienda de chinos. Se acababa el verano, las ofertas eran una puta mierda y me
apetecía seguir jugando.
-Ha fichado dos años por el Angers. ¿Y
por qué se queda?
-Me lo he pasado bien, pagan al día, mi familia está a gusto y en España nada
más que hay miseria... ¿Para qué voy a volver?
-Allí ha cobrado al día pero tampoco
unas cantidades elevadas.
-No son brutales para lo que ganábamos antes, pero casi para lo que hay ahora.
No tiene sentido jugar en España cuando hay equipos que no pagan cinco o seis
meses y te encuentras con cheques sin cobrar. Juego al baloncesto para
divertirme y mantener a mi familia. Si no puedo cumplir una de las dos, no
tiene sentido seguir aquí.
-¿Cree que la diferencia entre el
baloncesto francés y el español va en consonancia con la situación de los dos
países?
-Claro. Ellos hacen cosas lógicas. Respetan al trabajador y las normas, y en
España se puede pisotear al empleado, el club puede deber dinero, como pasa en
la ACB. En Francia es impensable que el día uno de cada mes no cobres tu
nómina. Aquí hay mucha gente así. Allí no cobras y se para el mundo, la liga
entera. Hay un sentimiento de unidad y normas incomprensibles para un
trabajador español; si a un club se le ocurre saltárselas, automáticamente la
liga se para. Te sientes respaldado. No se da la situación de que te engañen o
no te paguen. La base sobre la que cimentamos nuestro entendimiento y
comprensión de las relaciones laborales allí no es igual. Tu contrato es como
el de un arquitecto, se basa en las mismas reglas, no hay impagos y es más
complicado despedirte. Hay seguridad.
-Habla mucho de las ventajas sociales en
Francia. Dé ejemplos.
-El primero que me sorprendió: un día trabajado, un día de paro. En España es
impensable. Tengo niños en el colegio y aquí los padres tienen que asociarse
para comprar el papel higiénico y, en cambio, mi niña va gratis, los libros son
gratis, desayuna gratis, el transporte es gratis... Hay muchas cosas que no son
comparables. Y recursos para extranjeros. Vinieron dos amigos españoles, fueron
a Asuntos Sociales, les dieron una ayuda considerable y una casa mientras se
forman aprendiendo el idioma y encuentran trabajo. Pagas muchos impuestos, pero
sabes que el Estado está detrás, mientras que en España muchas veces no lo
encuentras, desgraciadamente.
-¿Ser español es un problema?
-Los franceses son buenos. Tenemos una visión equivocada de ellos, yo el
primero, seguramente porque vamos a París una semana de vacaciones, preguntas a
alguien en el Metro y te contesta mal porque va con prisa para el trabajo...
Cuando llevas un año viviendo, te tratan como a uno más, te ayudan en lo que
necesites. La profesora del colegio de mi hija, cuando no hablábamos aún
francés, se buscaba la vida para traducirnos las cosas al inglés, íbamos al
médico y hacía un esfuerzo o traía a una persona para entendernos. Es gente
apañada.
-¿Qué tal le ha ido en el Quimper, un
club pequeñito?
-Es un club bastante histórico. Ha estado muchos años en Pro A y Pro B, lo que
sería la ACB y la LEB Oro, pero antes de que yo llegara había bajado a la
tercera categoría. Es pequeño, pero te das cuenta de qué es la eficiencia, de
que no hacen falta 25 personas para trabajar. En el pabellón no hay una persona
física, para qué gastarte el dinero en eso. El recinto se abre con una llave
magnética y tengo mi tarjeta para entrar cuando use las instalaciones. No hacen
falta tres tíos sentados en una garita. El Quimper es modesto comparado con la
ACB y con cuatro personas funciona cuando aquí necesitas 25, pero a mí no me
faltaba mi casa, mi coche, mi teléfono, mi billete de avión...
-¿Y el Angers, también de la tercera
categoría, es igual?
-Sí, y allí hay una persona dedicada a las necesidades de los jugadores. Aún no
he ido y me ha buscado casa, ha matriculado a la niña en el colegio, ha puesto
internet en mi domicilio, me ha dicho el tipo de coche que me van a dar, las
posibilidades de guardería para mi otra niña en el pueblecito en el que vamos a
vivir a las afueras... Te lo facilitan todo.
-Hay españoles que le han preguntado
para irse allí también...
-Sí, muchos se quieren ir. Nacho Ordín o yo mismo, sin jugar en la primera categoría,
tenemos los mismos salarios que la clase media de la ACB. La gente está viendo
las carencias aquí e igual que emigra la población normal por trabajo, también
los deportistas. La situación en España es catastrófica. Navarro y Rudy no
tienen problemas, pero los que pagan el pato, como siempre, son la clase media.
-¿Y ve factible el éxodo?
-La mentalidad del español tampoco es abierta para salir fuera y luchar por tu
puesto de trabajo, como hace un serbio o un croata cuando viene a la ACB. Somos
cortitos en iniciativa, va en nuestro carácter. No veo tan fácil la exportación
de españoles como un producto vendible en el mercado mundial. Los hay con
carácter y personalidad, pero la media nunca se ha visto con la necesidad de
salir. Hay que entender que allí vas como extranjero, no estás para dar tabaco
o para ser un complemento, sino para marcar la diferencia. Si no lo haces, al
primero que critican es a ti. Si me he acostumbrado yo, puede hacerlo
cualquiera.
-Con 33 años y dos temporadas firmadas,
¿qué plantes tiene para cuando se retire?
-(Ríe) Con mi mentalidad andaluza, mi idea será trabajar poco y ganar mucho,
pero cuando viajas te das cuenta de que ese plan es erróneo. Estoy acabando la
carrera, una especie de Empresariales en una universidad inglesa; he vivido en
Bulgaria, en Francia, en España, y hablo tres idiomas, espero encontrar algo
cuando lo deje.
-¿La opinión general de los franceses
sobre España es tan mala como se piensa?
-Sí y no. En parte, nos ven casi como marroquíes, siempre pidiendo y con
problemas. Y no es raro encontrarte con alguien al que se la colara un español,
que le diera gato por liebre. Y eso que yo vivía en la esquinita opuesta.
Siempre hay el listo que vende jamones o aceite y trata de meter un gol. Pero a
su vez tienen el concepto de que somos currantes y que sacamos los problemas
adelante. Tienen esa dualidad del español.
-¿Su salida del Cajasol está olvidada o
le queda resquemor?
-Que me echaran entonces, seguramente, me dio la oportunidad de tener familia y
vivir juntos, la posibilidad de hablar tres idiomas, de conocer mundo... Eso
tampoco tiene precio. Lo único que me molesta es que hay gente que jamás ha
hablado conmigo y cuenta cosas escuchando sólo el 50% de las versiones. Cuando
pasa algo, escucho a las dos partes. Pero no me preocupa aquello. No hay
problema. Esto es un negocio, me echas, me pagas, te doy la mano y hasta luego,
como a cualquier trabajador. Sólo reprocho que me querían largar sin pagar. A
finales de noviembre lo hicieron y ya no hay nada que decir.
-¿Se arrepiente de echarle en cara a
Manel Comas su trabajo?
-No me arrepiento porque si mi equipo estaba a punto de descender, éramos
penúltimos, es que algo fallaba y alguien tenía que decirlo. Si nadie tenía
huevos, yo no puedo vivir mirando para otro lado. No soy funcionario, me pagan
por ganar partidos y si no lo hacíamos casi nunca... A raíz de eso ganamos
algunos, puede que por suerte o que todos diéramos un poco más. Lo único
importante es que el club no descendió. Jugando en mi equipo, donde crecí desde
los 14 años, no descendimos nunca. Otros quizás no pueden decir eso en otros
clubes o llegará un momento, Dios no lo quiera, que el Caja descienda, como
está a punto de ocurrir últimamente. Sacamos adelante situaciones límite.
-Menos mal que dice que está más
tranquilo últimamente...
-Y lo estoy porque relativizo un poco los problemas. Pero en Francia, si
tengo que decir algo a alguien que no me parece bien, se lo digo. Hay dos
formas de pasar por la vida: mirando para otro lado y que se agranden los
problemas o hablarlos. Ni una es la buena, ni la otra la mala. Eso va con el
carácter. Hay gente que me dice que he llegado hasta aquí por mi personalidad,
que con otra me habría quedado por el camino. Ser deportista profesional es un
trayecto de selección natural. Todos llevamos un paquete con nosotros con cosas
buenas y malas. Hay gente a la que le gusta cómo soy; a los que no les gusto,
lo entiendo, pero nací así.
-¿Y si ha sido perjudicial?
-Puede ser. Pero me lo he pasado de puta madre. No soy un privilegiado por lo
que he ganado, aunque en los años buenos en España había dinero, pero habrá
pocos con 33 años que han vivido donde yo lo he hecho y se lo hayan pasado como
yo. Lo que más me llena es la gente con la que me crucé.
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